lunes, 14 de julio de 2008

UNA CARTA

TP 1 experiencia de escritura

Dado que a la escritura la fui encontrado en estos últimos años venideros puedo afianzarme a la simpleza de no pretender decir grandes cosas más que otorgar algún sentido diminuto a estas búsquedas de escritura. Busco al ir escribiendo. Y no hablo de buscar en la literalidad ya que las palabras están todas muertas. Busco escribir, el estar haciendolo, ir, ya que esas palabras me van construyendo desde las ruinas desérticas del papel. Quien no busca en la escritura empezara una guerra perdiendo y se hallara con todos sus muertos. Así lo siento y pretendo no quedar en el razonamiento estricto de decir algo más que en la simpleza del consuelo que da la escritura cuando pongo un punto final. Y no hablo de consuelos baratos de la palmada en la espalda que suena sorda al entendimiento, hablo de aquel consuelo que entendemos cuando no teniendo nada que decir explica lo que somos, no se puede escribir para salvar al mundo si antes no nos hallamos a nosotros mismos ¡y ojo! que te puede llevar toda una vida. Así pretendí hacerlo cuando escribí una carta a una novia (ex) que se fue a otro país (las cartas tienen esa impronta que hablaba desde el principio). Ella se había ido. Boleto y un viaje al nunca volver. No vengo a explicar pormenores amorosos que llevo a sentarme cuatro horas para emitir una carta que iba a un país del nunca visitado. Las cartas que había escrito eran para destinatarios más cercanos nunca imagine que mis palabras iban a viajar primero que yo al viejo mundo. Escribí, no, perdón, sufrí y me halle tan solitario que era devoto de la tristeza noctámbula diaria. Camine tantas cuadras en mi habitación que me cansaba y me detenía en la mitad de mi recorrido, abría la ventana y veía que la vida estaba allá afuera, entonces apuraba el paso para salir de mi habitación pero era tanta la soledad que cada paso me quedaba un universo de distancia. Me camufle para que ni mi propia sombra conociera este saco de huesos sufriente. Entonces… escribí.
Apague todas las luces (el luto había asistido hasta en las sombras de mi pieza) me alumbraba una lámpara que cuando se prendía parecía un mar verde en su ópalo. Escribí a raudales. Sin estribos, sin parar una sola vez, atragante todas las comas y suspendí todos los puntos finales. Escribí como quien no tiene otra cosa que hacer. Amanecí escribiendo y la última palabra que puse quedo como dibujada en la forma de quien aguanta un gran peso en la espalda encima de todas las demás palabras de la carta (seis hojas). Encontré un alivio o como dije al principio… un consuelo. Escribí a mano con trazos inclinados como si el viento las fuera soplando por la espalda. Por la rapidez de escritura los puntos de las i o los palitos de las t o las olitas de las ñ parecían el humo de las chimeneas. En mi letra me reconocí. En los modos de darme a entender con frases largas o sonámbulos perdidos que de vez en cuando estaban escritos por ahí un “te extraño” podía reconocerme. Entre el tumulto de palabras me fui construyendo. Restituí mi cuerpo en la extensión de mi escritura. Pensé (¡de verdad!) que ella al leer la carta se volvía a mi lado. Entonces la carta se fue por el correo. Jamás llego a destino.

* * *

PD1: de ella no supe a dos o tres años después haciendo excesos de saludos en una esquina.
PD2: de aquella carta a los meses recibí contestación pero en ingles. Como el destinatario fue incorrecto quien había recibido aquella carta era de una señora. Contesto lo siguiente:
“I have read your letter making an effort in translation and I have learned two things out of this activity: first, that I should improve my spanish nontheless you should watch out for orthography mistakes and second: to fall in love with?

Traducción:
“he leído su carta con esfuerzo de traducción, entendí dos cosas de esta actividad: Primero que debo estudia mejor el español aunque usted debería mejorar sus errores ortográficos y segundo: ¿en san Juan no hay otras mujeres de que se enamore?

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