martes, 7 de octubre de 2008

Carta

Paris, 25 de abril de 1925.


ANAÏS:

“vivir no es otra cosa que arder en preguntas”. A veces cuando miro el cielo y veo las nubes moverse en conglomerados sin formas, caravanas fantasmales recorriendo la planicie celestial en perpetuo movimiento en el cosmos advierto que el tiempo transcurre. Si fijo la mirada parece que el tiempo esta contenido en aquellas nubes… allá van conglomerados extraños llevándose todo el tiempo… allá esta la vida en la nebulosa sensación que estoy aquí, inmóvil, con un antídoto de pensamiento, mirando el tiempo pasar, preguntando: ¿ será todo demasiado tarde?
Hoy amanecí con este estado de cosas Anaїs, abrí las ventanas pensando en usted, repensando en usted, haciendo bis de pensamientos en usted. El vacilar del péndulo que marca los segundos macros del reloj aturdía el silencio cementerio de mi habitación por eso fue que abrí las ventanas de par en par, pensando en usted. La luz acaparo todo, la luz del amanecer dejo al descubierto mis hojas tiradas como esqueletos de arañas arrugadas en el piso, el whisky a medio tomar, mis pelos desplumándose, mi fatiga mugrienta en la ropa y te extrañe, Anaїs.
No puede escribir ni una sola palabra mas desde que tomaste la decisión, me volví solitario a la renuncia del gesto alegre, intolerante. La editorial asecha en furias para que termine los escritos y yo sin una maldita idea que desequilibre mi equilibrio desparpajo de desorden estomacal. Los días se los llevan las nubes. Pasan, se alejan u yo solitario en la fatiga incierta de no saber si la muerte estará tocando las ventanas o es el viento del desprecio amanecer. Solo sin mi soledad. Usted seguramente con un sequito de idiotas admirando sus senos hermosos aunque todos desconocen tu roja inhibición por cada mirada a tu escote.
“Seguir la vida” hoy me lo he preguntado (respuesta maldita tal vez). Seguir la vida en este enjambre de ideas que no chorrea sus babas sobre el papel es… estéril. Triste. Por eso bebí, me encerré en la habitación creyendo que el encierro en claroscuro de velas poblarían, en este destierro marginal, todas las hojas en palabras; pero las hojas quedaron en blanco. Hoy Anaїs, amanecí con este estado de cosas, triste, aletargado en la pena que hace festín en mi almohada. Por eso fue que abrí las ventanas, deje que la luz invada, advertí que el tiempo iba cabalgando en las nubes, y me quede preguntando si quería continuar, seguir. Y esa pregunta vino hacia mi sonora, carnal, fatídica, como antídoto de pensamiento y lo entendí…. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas, entendí que al mundo no lo mueve el amor sino su propia sombra
Quién no haya sufrido no conoce el dinamismo que impone salir de esos huecos profundos de desalientos. Caer. Desarmarse. Desanimarse es conocer el movimiento de la vida. Aquella melosa idea que “todo lo que necesitas en amor” me resulta una parafernalia mentira intimista. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas. Vivir, Anaїs, es sentir la sombra del amor; porque vivir tiene sentido en el movimiento. Su punto de partida, de producir movimiento, de ir, de estar haciéndolo, aprehenderlo con los sentidos esta en el desamor. Vivir, empezar el movimiento ascendente es ejercitarse en el odio animal,
la angustia,
la rabia,
la mierda del asco que no te suelta,
en el miedo,
el desgarro,
la duda,
el egoísmo…
…en el desamor.

Al mundo no lo mueve el amor sino su sombra. El amor nos sale al encuentro en pleno movimiento del ritmo carnal de la angustia. El amor sorprende, el dolor ejercita, nos mueve, continuamos, vamos. El desamor, Anaїs, el sentido del dolor hace movilizar lo mas intimo del nuestro ser, hay un movimiento ascendente que desordena lo ordenado. Revoluciona. Arder en preguntas es no responder la incertidumbre de seguir estimulando los sentidos ya que si nos quedamos atónitos al dolor, al odio, hundiéndonos en una desesperación, cedemos, y si cedemos nos morimos y el hombre no quiere morir.
Hoy, Anaїs, amanecí con este estado de cosas y escribí poblados en este destierro. Salí al balcón y advertí todo. Quien dibuje, pinte, crea, quien indaga en el arte no hace otra cosa que desentrañar sus propios demonios internos. ¿Quien dijo que la vida es un estado de cosas? Usted, Anaїs, desvió mi corazón cuando tomo la decisión y me dijo que pronto encontrare un amor que me haga sentir mis poros de vida. ¿Y sabe? Usted es una maldita perra sin una sola idea del amor. El amor no mueve al mundo. Hay una epidemia que se ha colado entre el amor y el odio y es la estupidez de aburrimiento. Usted ama, yo odio. Usted no le importa nada más que amar. A mi me importa todo lo demás: desde lo que me rodea hasta la ultima minúscula gota de mi ser. Ya que odio, tengo miedo, huyo, me recluyo para no ceder y morir. Porque importa esta incertidumbre de ver que pasa después. Y estoy en movimiento, salgo a la vida, ¡bienvenida bendita vida! Y busco y salgo en estocadas de movimientos inseguro a buscar cual será la ultima hora y ahí voy “enderezando lo que cae, de juntar lo que esta separado, de reparar lo que esta destruido”. Vivir, Anaїs, no es otra cosa que arden en preguntas.

Atentamente lo saluda mi pensamiento
Antonin Artaud

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