martes, 7 de octubre de 2008

La crónica irónica del humo matinal

TP 7 "crónica de los días de humo"



A veces el insomnio puebla y hasta habita bostezos con intereses acumulados en plena madrugada, y voy de la cama al living y del living al baño y del baño de vuelta a la cama; recorrido que lo hago dos o tres veces. Anoche no fue la excusa: tenía insomnio. Abrí las ventanas de mis ojos y no los volví a cerrar y es en el momento cuando el insomnio se pone a pintar con sus dedos negros dos canaletas oscuras en dibujo de ojeras. Mire el techo. Nada. Mire la pared. Nada. Cerré los ojos como para mentirle al sueño. Nada. Era un desterrado en el silencio de la noche. Prendí la tele y el click o mejor dicho el manoseo del control duro dos o tres canales pero en ese recorrido vi tetas y culos, un japonés rellenando un pollo, pensé: ¿quien quiere rellenar un pollo a las cuatro de la mañana? Repensé: ¿porque lo estoy mirando atentamente? click, dibujitos de un no se que canal y cuando el click iba a otro canal apague el televisor. Di vueltas un poco para acá, un poco para allá, me cubrí la cara con las sabanas. Fingí, si, fingí dormir. Nada. Derrochaba bostezos. Otro más. Nada. Es que la nada es un pueblo de mil personas que te miran en silencio. Me levante enmarañado de pelos, ellos se seguían peleando allí arriba en mi cráneo candente. Di un paso en la penumbra y al tercer paso oscilante golpe mi dedo con la punta de la cama.: “¡la concha de tu madre!” grite al insomnio, ¡maldito insomnio! Y fui de la cama al living y del living al comedor y del comedor al baño y del baño otra vez al living. Di vueltas en círculo... ¿Porque? ¿Acaso hay un porque en estado de insomnio? Fui a la cama. Me tire como si fuese una pileta y me concentre para llamar al sueño. Nada. Arregle las sabanas, las estiro y las dejo como mármol de cocina. Me acomodo, me desacomodo. Aun me dolía el pie, pensé: “la concha de tu madre!” pero el “...tu madre” se había colado por mi boca a un sonido incomprensible por entre las sabanas de mármol de cocina. Bostece. Me puse a mirar los contornos de las cosas: la guitarra iluminada por entre la rendija de la persiana, apuntes de comunicación, recordé lo que me faltaba por leer y me levante pero ahora con atención de no golpear el dedo. Aun no había abierto la ventana. Fui a poner música. Mire el reloj del celu: 5:43hs. Empezó a sonar:”la uvas viejas de un amor en el placard” la tarare. Abrí la ventana (necesitaba aire) pero no mire nada. Abrí y sin darme cuenta me di la vuelta y fui al baño. Me dormí en el inodoro. Pasaron quince minutos. La música a lo lejos. Abrí la puerta del baño y descubrí un olor raro. Una sensación extraña. El aire como viciado. Pero tenia tanto sueño que sin atender nada me fui a la cama. Dormí (Sub-dormí) cante con los ojos cerrados. Paso una hora. Nada. Así y todo me dije: “bue, ¡mas si! me levanto tomo algo”. Atravesé el living sin contemplaciones. Prendí la luz y busque para armar un café con leche. Prendí la hornalla, puse la leche y en ese momento termino el cd, el silencio lo cubrió todo. Y note que mi reparación empezaba a agitarse de apoco, mire alrededor y lo note: humo. Se metía por ahí por allá por el baño. Fui al living y la espesura del humo lo cubría todo. Me quede en sorpresa y entupidamente parado en el medio del dpto. con la mano en el interruptor donde la luz develaba todo el maldito humo como se colaba por hasta mis poros. ¡Sssfff! La leche se desparramo. Corrí y me golpe otra vez, ¡exactamente en el mismo dedo del pie y grite exactamente la misma puteada de hace una hora atrás! Mis pelos seguían enmarañados allá arriba había una guerra. Me dolían los ojos. Me dolía el dedo. Me dolía. Puse la radio y la noticia lo anunciaba todo. Inútilmente cerré la ventana. el humo ya era el ladrón del dpto. Y hasta se había robado toda la saliva de mi boca. Reseco en mi garganta y yo sin mi café con leche. La TV seguía disparando información: quema de los pastizales del delta, los porteños seguían chocando sus autos importados en al ruta 8, cortes en el puente Pueyrredon, cortes de rutas de un grupo de chacareros, un ministro hablando de retenciones, y la ciudad sitiada por el humo. La palabra más escuchada en dos o tres minutos de información es: humo. Todo es relacionante con el humo. El movimiento del dpto. se empezó a notar: el despertador que suena, no, perdón, aturde. Mi dedo del pie gimiendo de dolor, mi insomnio olvidado (se fue a dormir), sin mi café con leche. Abrigue mi cuello. Cerré la puerta del dpto. y las llaves quedaron adentro. Si, ya saben, putie eso de la mierda. Baje por el ascensor y me encontré con alguien, dice que es mi vecino, pero en realidad se escapa todas las madrugadas del 5º de la vecina… casada. Y me habla para distender con acento catamarqueño: -“estos porteños que se quejan por un poco de humo”. Sonreí irónicamente, digo, putie sin ironía en todo mi pensamiento. Abrí la puerta del ascensor. Camine unos pasos y paso raudamente el “vecino”, ataje la puerta, me apreté los dedos. Maullé. Abrí la puerta del edificio y el humo termino de devorarme con aire pesado y vicioso una bocanada profunda que me atraganto: Hoy no fui a trabajar.

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